viernes, 11 de febrero de 2011

Capítulo 16: El Rey Pelleas

Comenzamos a bajar la ladera de la montaña. Algún camello se resbaló pero nada importante. Al llegar a la explanada que se abría frente al castillo me detuve.
-¿Qué pasa Irina?-me preguntó Jin intentando no descalabrarse del camello.
-Siento algo cerca…-dije mirando el castillo de Nevassa, la capital.
-¿Es un enemigo?-me preguntó Geoffrey.
-No es solo un enemigo…-dijo Nailah señalando el horizonte. Elevé la vista y vi al ejército de Daein saliendo de la fortaleza.
-Creen que somos enemigos-dijo Micaiah algo impactada.
-Debemos retirarnos-dijo Zelgius algo nervioso. Aunque estuviese en nuestro grupo seguía siendo un enemigo a ojos de Daein.
-Debemos hablar con ellos, decirle al rey Pelleas que somos aliados-dijo Ike
-Ya voy yo-dije
-Ten cuidado, no te fíes de nadie-me dijo Jin con preocupación
-No temas, pero vosotros tened cuidado igualmente-dije bajándome de Suicune.
-¿Queréis que vaya con vos?-me preguntó Geoffrey
-No gracias, mejor voy sola-dije abriendo las alas. Todos se pusieron en formación defensiva y yo me fui volando. “No te acerques a los soldados” me dijo Devil, “sabes bien que no soy tan idiota como para exponerme al peligro” contesté algo molesta. Pasé por encima de las cabezas de los soldados y los arqueros me dispararon, pero no llegaron a rozarme siquiera. Sobrevolé la muralla de Nevassa y todos los arqueros comenzaron a dispararme. Hice una barrera defensiva a mi alrededor para evitar que me hirieran innecesariamente. Llegué al castillo y todos los soldados dieron la alarma. Intenté entrar por la puerta pero los soldados que había protegiéndola me lo impidieron. Volé hasta las ventanas y miré a través de todas. Estuve un rato buscando hasta que encontré la ventana de la habitación del rey. Vi que este estaba tumbado en la cama, por su respiración estaba dormido. Vi a su lado a una mujer, por lo que me habían contado era la reina Almedha, madre de Pelleas. Esta acariciaba el pelo azul y rizado de su hijo. Al rato entra un hombre mayor, un tanto horripilante y por el olor que desprendía era mala persona. Se puso al lado de la reina y habló con ella. Agudicé mi oído y escuché lo que decían:
-Mi reina, el ejército del enemigo se acerca, hemos mandado al ejército armado para detenerlos-dijo el hombre
-¿Son muchos?-preguntó la reina.
-Unos 30, lo más extraño es que la muchacha esa va con ellos-dijo el hombre.
-¿Micaiah está con ellos?-preguntó ella sorprendida.
-Sí, parece ser que nos ha traicionado, lo siento pero no tenemos más opción que capturarlos-dijo el hombre
-De acuerdo Izuka, confío en ti tanto como mi hijo-dijo
-Bien, gracias Majestad, espero que Su Alteza se recupere-dijo ese tal Izuka. Este se marchó y la reina miró con pena a su hijo.
-Esto te supera hijo, creo que es demasiado para ti aún y si te traicionan…no durarás mucho en el trono y no sé siquiera si sobrevivirás a esta enfermedad…-dijo mientras sus ojos se empañaban. En ese momento una flecha atraviesa la barrera defensiva y me da en el hombro izquierdo. Perdí el equilibrio y caí al suelo. Mientras me ponía en pie una jauría de soldados se abalanzaron sobre mi y me apresaron. No opuse resistencia pensando en la posible entrevista con Pelleas. Me llevaron a los calabozos. Me encerraron en una celda y me encadenaron a la pared. Pusieron una jarra con agua y un trozo de pan a mi lado. Cerraron la celda y se marcharon. Miré a mi alrededor y vi que los calabozos estaban por debajo de la tierra, pues la única ventana que había en mi celda era una pegada al techo y daba a la superficie.
-¿Irina?-me preguntó una voz. Miré a todos lados y con mi visión de lobo pude ver a Zelgius en la oscura celda de enfrente.
-¿Estáis herido Zelgius?-pregunté
-No, ¿y vos?-me preguntó
-Estoy bien-contesté
-¿Cómo vamos a salir de aquí?-me preguntó
-No sé, pero mantened la calma-dije
-Hago lo que puedo, pero os recuerdo que soy un enemigo en potencia para Daein, he oído que piensan deshacerse de mi-me dijo con una serenidad pasmosa
-Bueno, no creo que os de miedo la muerte-le dije poniéndome en pie
-No me da miedo, solo que aún no puedo permitirme el lujo de morir-me dijo
-No preguntaré porqué habéis dicho eso…-dije mirando los grilletes que apresaban con fuerza mis muñecas.
-Creo que es lo mejor-me dijo él
-Bueno, olvidémonos de eso, vamos a ver si conseguimos escapar-dije. Tiré de las cadenas con toda la fuerza que mis brazos podían albergar pero no conseguí nada.
-Tendré que usar la fuerza bruta-dije. Me transformé y comencé a morder las cadenas. Mordí y mordí hasta que una parte cedió un poco, tiré con fuerza y conseguí liberarme.
-Sois sorprendente, sois un lobo fuerte-me dijo Zelgius algo sorprendido
-Os recuerdo que no soy un lobo normal y corriente-dije acercándome a la puerta de la celda. Observé detenidamente la cerradura de la misma, estaba cerrada a cal y canto.
-¿Cómo vais a abrirla?-me preguntó él
-Pues a base de golpes porque no se me ocurre nada mejor…-dije. Me transformé en humana y comencé a patear la puerta. Al cabo de un buen rato pude romper la cerradura y salí de la celda. Me acerqué a la de Zelgius y comencé a hacer lo mismo que hice con la mía. Unos segundos más tarde la puerta del pasillo donde se encontraban las celdas se abrió y vi a un soldado con un Laguz cuervo algo mayor en las manos. Salté con todas mis fuerzas y me agarré a una viga del techo. El soldado empujó al pobre anciano al interior de una celda, le encadenó a la pared y cerró la puerta con fuerza. El soldado se dio la vuelta, miró a Zelgius y luego miró mi celda vacía. Antes de que se diese cuenta de que me había escapado salté sobre su espalda y le dejé inconsciente. Me levanté del suelo, sacudí el polvo de mi traje y comencé a buscar las llaves en el cinturón del soldado. Al cabo de un rato pude encontrarlas y abrí la celda de Zelgius. Me acerqué a él y le liberé de los grilletes. Se puso en pie y miró mi hombro herido por la flecha del soldado.
-Me dijisteis que no estabais herida-me dijo
-Estoy bien, no es nada importante-le dije. Ambos salimos de la celda y me acerqué a la del viejo. Abrí la puerta y luego los grilletes.
-Muy amable-me dijo el cuervo algo viejo para andar por estos lares.
-Me llamo Irina, ¿estáis herido?-pregunté mientras le ayudaba a ponerse en pie
-Estoy bien Irina, soy Nealuchi, guardaespaldas de la princesa Leanne de los Garza-me dijo sacudiéndose su vestimenta.
-Encantada-dije sonriente mientras ambos salíamos de la celda. Nos acercamos a Zelgius y yo comencé a caminar hacia la salida.
-Sois el general Zelgius ¿me equivoco?-dijo Nealuchi con un tono de voz un tanto despreciativo.
-El mismo-contestó Zelgius.
-Dejemos las presentaciones para más tarde, ahora debemos escapar sin que nos vean y hablar con el rey o con su madre-dije mirando la puerta de madera que nos privaba de la libertad.
-¿Y cómo vais a abrirla sin llamar la atención?-me preguntó Zelgius.
-¿Con las llaves tal vez?-pregunté sarcástica mientras movía suavemente las llaves.
-Veo que se os da mejor dirigir un ejército que ver lo obvio-dijo Nealuchi. Noté como Zelgius se ponía tenso pero no hizo ni dijo nada.
-Bueno, ruego que seamos amigos aunque sea solo durante un rato-dije metiendo la llave en la cerradura. La giré lentamente y abrí la puerta con cautela. Asomé la cabeza y vi una sala en forma de rectángulo con un muro en el medio y los pasillos iban pegados a la pared, era como un circuito. Esperé un rato hasta que vi a un soldado haciendo guardia. Cerré la puerta suavemente y escuché los pasos del soldado.
-¿Qué ocurre?-me preguntó Nealuchi
-Según mi oído hay tres soldados haciendo guardia-dije
-Así que va a ser difícil salir sin que nos vean-dijo él
-No creo, solo hay que vacilarlos un rato-dije sonriendo con algo de maldad.
-Recordad que no debemos matar a nadie-dijo Zelgius
-General Zelgius, querido y admirado Zelgius, llevo 13 años valiéndome por mí misma, así que no creo que ahora, así de repente, os necesite para saber lo obvio, pero gracias igualmente-dije con cortesía dejándole totalmente en ridículo. Vi como se sonrojaba un poco pero con el reflejo rojizo de su armadura no se notó mucho.
-No os sonrojéis querido Zelgius, no volveré a dejaros en ridículo si vos prometéis no volver a decir las cosas obvias-dije sonriendo.
-De acuerdo, os pido disculpas-me dijo
-Bueno, vamos, no os separéis de mí-dije
-Eso va a ser un poco complicado-dijo
-No necesariamente, espero que no os importe ir agarraditos unos a otros-dije
-¿A qué os referís Irina?-me preguntó Nealuchi. No contesté. Me acerqué a este y le observé bien.
-Vos tenéis buen oído así que iréis el último y nos avisaréis de posibles ataques por la retaguardia-dije cogiéndole. Le acerqué a Zelgius e hice que se “abrazasen”.
-Bien Zelgius, ahora vos os agarráis a mi cintura y procurad no tropezar-dije cogiendo sus manos y poniéndolas sobre mis caderas. Noté como una gotita de sudor se escurría por su frente.
-Bien, vamos-dije. Abrí la puerta y vi que no había nadie. Comencé a caminar y los dos comenzaron a seguirme. Escuché como un soldado se acercaba a nosotros por detrás así que me puse a trotar. La armadura de Zelgius hacía ruido cada vez que este pisaba y los soldados se percataron. Nos pegamos a la pared del medio de la sala e hicimos el menor ruido posible.
-¿Habéis oído eso?-preguntó un soldado.
-La puerta está abierta, así que están por aquí-dijo otro. Escuché como todos se acercaban a nosotros desde varios puntos, así que nos estaban rodeando para evitar que escapáramos.
-Puedo transformarme y luchar-me dijo Nealuchi en voz baja.
-No, puede que nos hagáis falta más adelante-contesté.
-¿Entonces qué vamos a hacer?-preguntó Zelgius.
-Dejadme la batalla a mí-dije
-¿Lucharéis vos sola?-me preguntó Nealuchi.
-Sí, Zelgius, ruego que me cojáis-dije. Él me miró con cara rara pero al segundo me desmayé y él me cogió. Me desperté en los brazos del general cachas, abrí los ojos y vi esos hermosos e hipnotizantes ojos verdes como la esmeralda.
-Daría lo que fuera con tal de vivir en esos ojos verdes como el último rayo de sol al atardecer-dije sonriendo como una boba. Zelgius se me quedó mirando algo impactado pero luego vio que era Devil Irina, así que se rió un poco. Me puse en pie y me centré en calcular la distancia a la que se encontraban los soldados de nosotros. Me “agazapé” en una esquina y, cuando el soldado estaba casi a mi lado, me lancé a por él. Caí sobre él pero se cubrió con su escudo y me golpeé en el torso. El soldado me empujó y caí de espaldas. El soldado intentó herirme con su lanza pero la esquivé rodando por el suelo. Me puse en pie de un salto y, con un movimiento rápido, le quité la lanza. Le golpeé con el mango de la misma y le dejé inconsciente. El otro par de soldados me vieron y vinieron a detenerme. Uno de ellos me atacó con un hacha enorme, antes de que llegase a mi lado cogí el escudo del soldado al que dejé fuera de combate y me defendí. El hacha del soldado dio un golpe seco en el escudo. Empujé este hacia adelante y desarmé al soldado. Para evitar que huyera y diera la voz de alarma, le di una patada con giro y lo mandé a criar malvas. El soldado restante tenía una espada de viento. Esta podía golpearte desde la lejanía con una fuerte ráfaga de viento, de ahí el nombre. El soldado me miró y cortó el aire con un tajo vertical. Una fuerte racha de viento venía directa a mí. Justo antes de que me golpease la esquivé girando hacia mi derecha, pero no salí ilesa, me hice un corte leve en el brazo izquierdo. Para quitarme al soldado cuanto antes de encima, me acerqué a él tan rápido que ni yo misma me vi venir y le quité la espada. Me alejé un poco e hice un corte vertical, una ráfaga de vientos huracanados lanzó al soldado contra la pared privándole de su consciencia.
-Podéis salir, terminé con ellos-dije jadeante. Zelgius y Nealuchi salieron de detrás del muro.
-¿Estáis herida?-me preguntó Nealuchi
-Estoy bien, solo me hice otro corte más para la colección-dije mirando mi brazo izquierdo.
-Vámonos antes de que vengan más soldados-dije. Me acerqué a Zelgius y le pedí que me cogiese.
Me desperté en los brazos del general de roja armadura. Me puse en pie y miré mi brazo herido.
-¿Sabéis usar una espada de viento?-le pregunté a Zelgius
-Sé defenderme-me dijo. Me acerqué a la espada que solté previamente y la cogí. Comprobé que estaba recién estrenada.
-Está nueva-dije dándosela.
-Prefiero las espadas normales-me dijo observando con detenimiento la espada.
-Será mejor que vayamos en busca del rey, no podemos quedarnos aquí plantados-dije caminando hacia la salida. Cruzamos la puerta y vi que no había soldados. Subimos unas escaleras y continuamos caminando cautelosamente por si nos atacaban por sorpresa. Llegamos al primer piso sin complicaciones pero lo que no me gustaba nada era que no nos hubiesen atacado todavía. Ese silencio absoluto, a excepción del ruido de la armadura del general, que reinaba a nuestro alrededor no me inspiraba nada de confianza. Me detuve un segundo para orientarme un poco.
-Esto es peor que un laberinto-dijo Nealuchi
-Es lo que tiene no haber estado nunca en este castillo-dije.
-¡¡Ahí están!!-gritó la voz de alguien. Todos miramos tras de nosotros y vimos a una jauría de innumerables soldados de Daein armados hasta los dientes y dispuestos a hacernos picadillo.
-¡Corred!-grité. Los tres salimos corriendo por los enormes corredores del castillo. Subimos y subimos escalones a toda leche hasta llegar a una de las almenas. Nos detuvimos en seco al ver que estábamos a unos pocos metros de altura del suelo.
-¡Si saltamos nos mataremos!-dijo Zelgius mirando el vacío.
-Creo que lo mejor es saltar...-dije
-¡¿Se os ha ido la cabeza?!-me preguntó este algo nervioso
-¡¿Desde cuando os asusta algo general?!-grité.
-Lo lamento, no suelo perder los nervios de esta manera-me dijo algo más calmado
-Creo que no es el mejor momento para pedir disculpas-dijo Nealuchi mirando los soldados que se acercaban a nosotros cada vez más. Nos apretujamos contra el muro de la torre pero no podíamos hacer mucha fuerza hacia atrás para no caer al vacío. Los soldados estaban a unos escasos metros de nosotros con sus punzantes lanzas apuntándonos.
-Rendiros en nombre del Rey-dijo uno de los soldados.
-Solo queremos hablar con él-dije
-Mentís-dijo el soldado
-Que no, no mentimos, de verdad queremos hablar con él-dije
-¿Por qué íbamos a creeros?-preguntó el soldado. Parecía el jefe de ese grupo.
-Nuestro amigo, al que seguro habéis apresado, ese de verde que está inconsciente, está enfermo y necesitamos el poder del rey para poder curarlo-dije
-No os creo, sois la Diosa de la Guerra, famosa por sus miles de asesinatos, traiciones y mentiras-me dijo un soldado
-¡Y dale! ¡Que no soy así!-dije enfadada.
-Nos os dejaremos marchar, por orden de la reina debemos apresaros-dijo el soldado
-Madre mía que paciencia...a ver caballeros...-dije poniéndome por delante de ambos amigos que me acompañaban.
-Solo queremos pedirle al rey que cure a nuestro amigo, una vez este esté bien nosotros los largaremos por el mismo camino por el que vinimos y aquí paz y después gloria-dije intentando convencer a los estúpidos soldados que no íbamos a matar al rey y cosas de esas.
-¡Apresadles!-gritó. Todos los demás soldados se acercaron a nosotros con cadenas y las lanzas listas para atravesarnos si era necesario.
-Nealuchi, creo que ahora es el mejor momento para que os transforméis...-dije. Al segundo, una luz amarilla salió de este durante un segundo y, cuando la luz se fue, un cuervo de color ceniza apareció. Cogió a Zelgius y se fue volando. Yo me lancé al vacío pues con mis alas podría volar y evitarme una muerte "aplastante". Mientras caía intenté abrir las alas pero no pude. Lo intenté de nuevo pero nada. Cada vez estaba más cerca del suelo. Miré hacia arriba y vi que Nealuchi volaba con Zelgius en las garras.
-¡¡¡Zelgius!!!-grité algo desesperada. Este me miró y vio que estaba con problemas de navegación. Dio un tirón seco hacia abajo y quedó boca abajo colgando de los pies.
-¡¡Coged mis manos!!-me gritó. Nealuchi bajó un poco. Estábamos a punto de estrellarnos contra el suelo. Agarré las manos de Zelgius con todas mis fuerzas y este se aferró a las mías con firmeza. Tiró hacia arriba y consiguió elevarme y cogerme. Me agarré a él con fuerza para no caer al suelo. Miré al mismo y luego miré al general. Me sorprendí al ver que su cara estaba muy cerca de la mía.
-Gracias-le dije
-A vuestro servicio-me dijo. Nealuchi frenó un poco para no estrellarse contra el suelo. Voló un poco por encima del suelo y luego se elevó por encima del castillo.
-¿A dónde vamos?-me preguntó.
-Vamos directamente a la habitación del rey, tengo algunas cosas que hablar con su madre...-contesté. Nealuchi voló hasta el castillo y yo le indiqué la ventana por la que husmeé. Entramos en la habitación rompiendo la ventana e irrumpiendo en la sala como un huracán. Nealuchi nos dejó en el suelo y se transformó en humano de nuevo. Los soldados que había en el cuarto se lanzaron a por nosotros pero la reina se puso en pie.
-¡Dejadles!-dijo. Todos los soldados la miraron con algo de incredulidad pero obedecieron sin rechistar.
-¡Pero Majestad!...-dijo el hombre que conocí a través de la ventana, el tal Izuka.
-Si estáis con Micaiah será porque vuestro corazón es noble y merece la confianza de Micaiah, ruego que aceptéis mis disculpas de como os han tratado a vos y a vuestros amigos, Diosa de la Guerra-me dijo la reina.
-No os preocupéis Majestad, solo ruego que los liberéis a todos y los dejéis descansar en las habitaciones de vuestro imponente castillo, el viaje ha sido largo y todos estamos cansados-dije con seriedad.
-Como deseéis-me dijo. Un par de soldados acataron sus órdenes y salieron corriendo de la habitación.
-Soy la reina Almedha, madre de Pelleas-me dijo.
-Lo sé, soy Irina-dije.
-Decidme Irina, ¿por qué os acompaña el mejor general de Begnion?-me preguntó mirando a Zelgius con algo de odio.
-Es un aliado más que está dispuesto a luchar en nuestro bando, si nos traiciona y todo esto es solo una farsa me encargaré personalmente de matarlo-dije con aspereza. Noté como Zelgius quedaba algo impactado pero más o menos se esperaba ese comentario por mi parte. Caminé hasta la cama donde el rey descansaba y me senté en una silla.
-Disculpad lo de la ventana, algún amigo mío la arreglará-dije mirando los trozos de cristal esparcidos por el suelo.
-Olvidaos de eso-me dijo. Miré a Pelleas y vi que estaba sudando y tiritaba de frío
-¿De qué está enfermo?-pregunté.
-No lo sabemos exactamente, pero todos dicen que morirá en unos días-me dijo la reina.
-Majestad, ya veréis como Su Alteza se recupera pronto-dijo Izuka
-Gracias por tu apoyo Izuka, pero no creo en tus palabras-dijo Almedha con sinceridad mientras cogía la mano de su hijo con cuidado. Me levanté de la silla y puse mi mano derecha sobre la frente del joven rey. Tenía mucha fiebre y su respiración era dificultosa.
-¿Sabéis que le ocurre?-me preguntó
-Puede tener muchas causas Majestad, pero haré lo que pueda por ayudarle-dije.
-Gracias-me dijo.
-De nada, una cosa Majestad...-dije.
-Decidme-me dijo ella mirándome
-¿Por qué no pude abrir mis alas antes? ¿Acaso vuestros arqueros usan algún tipo de paralizante mágico?-pregunté.
-Sí, así es, solo unos cuantos arqueros lo usan, es para inmovilizar a los enemigos más poderosos-me dijo la reina.
-¿Cuánto tiempo tarda en pasarse el efecto?-pregunté
-Un día-me dijo
-Vaya, un día entero sin volar y sin ser lobo, que mala suerte-dije
-Lo lamento pero son las órdenes que tienen los arqueros-me dijo
-No importa, si quiero salvar a mi amigo debo salvar a Pelleas y para salvar a este deberé quedarme aquí unos días-dije planeando como salvar al rey.
-Gracias por adelantado Irina-me dijo
-De nada Majestad-dije. Noté como Izuka se iba enfadando cada vez más, como si me presencia allí fuera perjudicial para él en algún sentido...
-Mi Reina, ya hemos dejado a los presos en las habitaciones-dijo un soldado que acababa de entrar por la puerta.
-Voy a ver cómo están, gracias-dije. Los tres salimos de la habitación y un par de soldados nos guiaron a diferentes habitaciones.
-Disculpad, ¿dónde se encuentra un hombre alto, fuerte, de pelo negro y ojos castaños que viste de morado?-pregunté mientras me acordaba de Jin
-Está en esta habitación, seguidme por favor-me dijo un soldado. Me guió hasta una habitación un tanto alejada de la mía. Abrí la puerta y vi que un curandero curaba a Jin, este estaba herido de pies a cabeza y algunas heridas parecían graves. Entré corriendo.
-¿Estás bien Jin?-pregunté acercándome a este.
-Sí, estoy bien ¿y tú?-me preguntó.
-Estoy sin poder usar las alas o transformarme hasta mañana pero por lo demás estoy bien-dije.
-Me alegra ver que al fin pudiste hablar con el rey-me dijo mientras el curandero se marchaba.
-No he hablado con él precisamente, está muy enfermo y no para de dormir por lo que he hablado con su madre-dije.
-Así que tendremos que curarle a él para poder salvar a Link-me dijo mientras el soldado cerraba la puerta.
-Sí, lo malo es que no sé que le pasa pero mi interior me dice que Izuka tiene algo que ver, es demasiado cordial y su mirada muestra tiranía-dije recordando su horripilante mirada.
-Bueno, al menos sabemos que de ese no hay que fiarse-me dijo.
-Sí, ¿como están los demás?-pregunté.
-No lo sé, vamos a verlos-me dijo Jin. Ambos salimos de la habitación y rondamos por las demás. Cuando llegamos a la de Link y Zelda me acerqué al joven héroe el cual estaba tumbado en la cama encadenado como siempre.
-¿Alguna novedad?-me preguntó Zelda
-Solo sabemos que debemos ayudar a Pelleas para poder ayudar a Link, por lo demás estamos en las mismas-dije acariciando el pelo de Link
-¿Cuánto tiempo tardaremos en ayudarle?-me preguntó
-Depende de la enfermedad, pero mañana a primera hora me pondré a investigar-dije. En ese instante Link comenzó a moverse, la dosis que le dimos antes de salir se estaba acabando. Cogí de uno de los sacos que llevaba a la cintura una jeringa sin estrenar envuelta en una toalla, cogí un frasco de somnífero de otro saco y cargué la jeringa de una dosis que dejaría a un caballo dormido todo el día. Zelda apartó el pelo y la camisa de Link y yo le clavé la aguja con cuidado de no hacerle daño. Le inyecté el somnífero y se quedó quieto. Guardé la jeringa en la mesilla de cabecera junto al frasco de somnífero.
-Espero que se recupere pronto, no puedo aguantar más tiempo sin verle vivo-me dijo Zelda sentándose en la cama.
-Vivo está, lo que pasa es que no es él, no temáis Zelda, se pondrá bien, os doy mi palabra-la dije para consolarla un poco.
-Gracias por todo Irina-me dijo.
-Gracias a vos-la dije sonriente. En ese momento alguien llama a la puerta y esta se abre. Un soldado apareció.
-Damas, la comida está servida-nos dijo.
-Esperad un momento y nos lleváis allí-dije. El soldado asintió y volvió a cerrar la puerta.
-No quiero dejar a Link solo-me dijo Zelda.
-Mandaré que Suicune se quede con él ¿de acuerdo?-pregunté. Zelda asintió. Me acerqué a la ventana y silbé suavemente, Suicune apareció y saltó con fuerza. Entró por la ventana y se quedó sentado al lado de la cama.
-Quiero que cuides de él y si pasa algo llámame-le dije.
-A tus órdenes-me dijo. Ambas salimos de la habitación y el soldado nos guió hasta una sala enorme con una mesa rectangular de un tamaño descomunal que ocupaba todo el centro de la estancia. Había una puerta delante de la mesa y otra detrás. Una ventana enorme con un balcón a la derecha de la mesa. Me guiaron y me sentaron entre Jin y Darky.
-Espero que la comida sea de vuestro agrado-dijo la reina la cual presidía la mesa. Los sirvientes trajeron la comida y la pusieron por toda la mesa.
-Menudo banquete-dijo Leonardo
-No te lo comas tú todo ¿eh? que mira que eres glotón-dijo Micaiah
-No es culpa mía que me guste tanto comer-dijo Leonardo mientras sus ojos brillaban tan solo de ver tanta comida a su alrededor.
-Nunca vi tanta comida junta...-dije observando con detenimiento toda la comida que había cerca de mí.
-Otra que le chifla comer-dijo Jin
-Pero mira qué en forma estoy, no se nota que no paro de comer en todo el día-dije sonriendo.
-Ahí tengo que date la razón-me dijo Darky.
-Igualmente no creo que pueda acostumbrarme a esto-dije
-Pues si vais a vivir aquí durante unos días lo mejor será que os vayáis haciendo a la idea-dijo la reina.
-Eso es cierto-dije
-No permitamos que nuestras tripas rujan más, todo el mundo al ataque-dijo Jin
-No seas burro anda, deja que la reina nos diga cuando podemos comer, se nota que solo has comido en mi casa-le dije
-No os preocupéis Irina, si vuestro amigo tiene hambre no seré yo quien le detenga-dijo la reina
-Gracias Majestad, llevo sin comer decentemente unos días y estoy que me muero de hambre-dijo Jin
-Pues hala, al ataque-dije. Todos comenzamos a comer. Al principio nadie decía nada pero luego la tensión y el hambre se fueron y comenzamos a hablar de muchas cosas en relación a como estaba el mundo. El único que no habló en toda la comida fue el general de Begnion. Entendía bien que no se sintiese bien entre tanto "ex-enemigo" pero no debía cortarse tanto.
-No habéis dicho nada Zelgius-dije mientras un sirviente cogía mi plato.
-No tengo nada que decir-dijo.
-No me lo creo-dije
-Lo lamento pero no creo que deba hablar-me dijo
-Sigo sin creeros y por una vez me he perdido, ¿cómo que no debéis hablar?-pregunté
-Todos aquí desconfían ante mi presencia, no creo que deba echar más leña al fuego-dijo.
-Ya dije en su momento que aquel al que no le guste que estéis entre nosotros puede irse-dije mirando por encima a todos.
-Yo me siento bien a vuestro lado-dijo Micaiah
-¿Veis? No todos desconfían-dije
-Agradezco vuestro intento de simpatizar-dijo Zelgius
-No lo intento, sencillamente me siento aún más segura a vuestro lado pero no sé porqué...-dijo Micaiah
-Me alegra saberlo-dijo Zelgius
-Que os quede claro que yo no confío en vos ni un poco, si intentáis hacerla daño juro que os mataré-dijo Sothe con la guardia bien alta.
-No tengo intención de hacer daño a nadie-dijo Zelgius con total serenidad.
-Bueno, dejemos eso, ya sabemos que casi nadie confía en el general, ni en mi, ni en Darky, así que dejémoslo en un empate de desconfianza ¿de acuerdo?-pregunté. Todos asintieron
-Me gustaría salir a pasear-dijo Mist mirando por el ventanal que había.
-Podemos salir a que nos dé el aire y caminar para hacer la digestión más rápidamente-dijo Jin
-Si dais vuestro permiso Majestad...-dije mirándola.
-Divertíos-dijo ella. Todos nos pusimos en pie. Zelda se acercó a mi.
-No quiero ir, debo quedarme con Link-me dijo. Noté algo de angustia en su mirada.
-Haced lo que queráis Zelda, ya os dije antes que sois libre de hacer lo que queráis-la dije.
-Gracias-me dijo. Salió de la habitación no sin antes despedirse de todos con educación.
-Yo me voy con mi hijo-dijo Almedha poniéndose en pie. Todos nos despedimos unos de otros y fuimos a pasear por Nevassa. Anduvimos por las calles, los mercados, la plaza del pueblo, el pozo donde todos se reunían a charlar, por algunas granjitas, lo normal en una capital imperial. Llegamos a la entrada de un bosque. Solo quisimos entrar yo, Jin y Darky. Los demás volvieron al castillo. Los tres nos adentramos en la espesura de un verdoso y húmedo bosque que acariciaba todos tus sentidos con delicadeza. Estuvimos paseando por el bosque hasta que empezó a anochecer. Volvimos al castillo a cenar. Al llegar vimos que la mesa ya estaba preparada y que algunos compañeros ya estaban sentados en su sitio esperando la suculenta cena. Los tres nos sentamos en el mismo sitio que a la comida y esperamos a que trajeran la cena. Comimos como si no hubiéramos comido en mucho tiempo. Al final de la cena, mientras hablábamos de nuestra misión de salvar el mundo de los Dioses Oscuros, un sirviente algo estresado se acerca a la reina. Le habló al oído.
-Majestad, el rey se ha despertado, pregunta por vos-dijo el sirviente. Almedha se puso en pie rápidamente y se fue. Yo me puse en pie y me dispuse a seguirla.
-¿A dónde crees que vas?-me preguntó Jin agarrándome de un brazo.
-Pelleas está despierto, quiero hablar con él antes de que se vuelva a dormir-contesté mirando la puerta por la que la reina se marchaba. Me liberé de Jin y me fui tras la reina. Corrí un poco y me puse a su lado.
-Espero que no os importe que os acompañe-dije
-En absoluto-me dijo. El sirviente abrió la puerta y vi a Pelleas sentado en la cama. Por su mirada estaba muy agotado. La reina se acercó a él rápidamente.
-¿Como te encuentras hijo?-preguntó ella sentándose en la cama.
-No estoy seguro, no me siento nada bien-dijo él. En ese instante levantó la vista y me miró.
-Alteza, soy Irina, más conocida como la Diosa de la Guerra, es todo un honor conoceros-dije haciendo una reverencia.
-Encantado-dijo él. Al instante se mareó un poco y tuvo que tumbarse de nuevo.
-Deberías comer algo hijo-dijo la reina
-No tengo hambre-dijo él
-Estás débil, necesitas comer para que tu cuerpo recupere fuerzas-dijo ella insistente
-No madre, gracias igualmente-dijo él.
-Disculpad, pero conozco la receta de una sopa que se come sin hambre y que aporta energía-dije
-Preparadla por favor-dijo la reina mirándome
-Ahora mismo, ruego que no os durmáis Alteza-dije sonriendo
-No prometo nada-dijo él sonriendo también. Salí corriendo disparada hacia la sala donde comimos. Abrí la puerta y me asomé
-Oscar, venid conmigo por favor-dije. Este se levantó y vino a mi lado. Le cogí de una mano y lo "arrastré" por los pasillos.
-¿Qué ocurre Irina?-me preguntó mientras yo tiraba de él.
-Necesito vuestra ayuda en la cocina-dije. Llegamos a esta y me puse a recoger los ingredientes de las cestas. Le di instrucciones a Oscar y al poco rato estábamos los dos totalmente coordinados para preparar la sopa lo más rápidamente posible. Al cabo de 20 minutos la sopa estaba preparada. La metimos en una sopera y la puse en una bandeja, la cual tenía un plato, una cuchara, un vaso con agua y una servilleta.
-Gracias Oscar-dije mientras cogía la bandeja con cuidado.
-De nada-me dijo sonriendo. Se adelantó y me abrió la puerta de la cocina. Vino conmigo hasta la habitación del rey.
-Hola Majestades, veo que Su Alteza no se ha dormido, es un hombre de palabra-dije mientras ponía la bandeja en una mesa circular que había en la habitación.
-¿Podéis traerla aquí?-preguntó Pelleas.
-No Alteza, debéis ir vos, lo mejor es que vayáis caminando un poco para que vuestro cuerpo no se acostumbre a no hacer nada-dije acercándome a la cama. Destapé al rey y le ayudé a ponerse en pie.
-Usadme como bastón de apoyo que no me importa-dije mientras le cogía del brazo izquierdo para ayudarle a caminar. Al cabo de un esfuerzo colosal por parte del rey pudimos llegar a la mesa. Pelleas se sentó en la silla y se puso a comer. Al poco rato había terminado.
-Menos mal que no teníais hambre-dije sonriendo.
-Estaba deliciosa-dijo el rey con algo más de color en la cara
-Me alegra que os haya gustado-dije.
-Gracias por todo Irina-me dijo la reina.
-De nada Majestad, todo un honor cuidar de un rey-dije.
-Alteza, yo quería hablaros de algo...-dije
-Adelante, os escucho-me dijo
-Uno de mis amigos está enfermo, poseído por el Soul Control, sé que vos manejáis bien la magia Blanca y de Luz, por eso necesito vuestra ayuda para curarle-dije
-Yo solo no podré, necesitaría la ayuda de la Emperatriz Sanaki-me dijo
-Lo sé, una vez vos estéis recuperado iremos a Begnion a pedir ayuda a la Apóstol, pero quería saber si aceptaríais ayudar a mi amigo-dije
-Claro que sí, contad con ello-me dijo sonriente. Realmente la sopa le había sentado muy bien.
-Gracias Alteza, sois muy amable-dije con algo de esperanza en mi ser.
-Creo que me voy a ir a dormir un poco, estoy cansado-dijo el rey
-Os ayudo a ir-le dije. Le ayudé a ponerse en pie y a ir de nuevo a la cama. Se tumbó con algo más de agilidad que antes y le tapé.
-Mañana a primera hora vendré a examinaros para ver qué enfermedad tenéis, tendré que despertaros así que os pido disculpas por adelantado-dije.
-No pasa nada-me dijo.
-Buenas noches Majestades-dije acercándome a la mesa circular y cogiendo la bandeja.
-Buenas noches-me dijeron casi al mismo tiempo. Salí de la habitación y cerré la puerta con cuidado de que no se me cayese la bandeja. Volví a la cocina y la dejé encima de una mesa para que los criados se ocupasen de ella. Yo ya tenía lo mío con limpiar los platos de mi casa. Volví al "salón" y me senté en mi silla.
-¿Qué tal ha ido?-me preguntó Micaiah
-Bien, la sopa le ha sentado bien, hasta hemos hablado de Link y todo, está dispuesto a ayudarnos-dije
-Me alegra ver que se recuperará mientras vos estéis aquí-me dijo Geoffrey
-Sí, mañana me pondré a investigar, no creo que haya enfermado por que sí-dije pensativa
-¿Por qué decís eso?-me preguntó Ike
-Tengo ese presentimiento-dije
-Bueno, lo mejor será irse ya a dormir que es un poco tarde-dijo Jin. Todos le dimos la razón y nos fuimos a dormir. Yo me quedé a dormir con Darky esa noche. Estaba dispuesta a llegar al fondo de todo lo relacionado con la enfermedad del rey. Algo en mi interior me decía que Pelleas no había enfermado por haber cogido frío, sino que había enfermado porque alguien lo quiso así. Estaba convencida de que atraparía al causante de todo y de que le haría pagar. Pelleas era buena persona y él no tenía culpa de que Daein estuviese en crisis política. Mañana sería el día en el que averiguaría todo, curaría al rey de Daein, devolvería algo de esperanza al pueblo y, lo más importante, estaríamos más cerca de salvar a Link...

2 comentarios:

  1. este capitulo da mucha hambre y no hay mucha accion pero solo al principio luego lo demas parece solo comer comer y mas comer y lo unico importante que he visto es el estado del rey

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  2. Ismael tiene razon, olle ahorita ando enferma de la gripa y no tengo apetito,¿cual es esa reseta?.

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