lunes, 27 de junio de 2011

Capítulo 28: Roto Corazón De Diosa

Me desperté tumbada en un suelo de piedra. Me senté y me toqué la nuca ya que me dolía.
-Ay...-dije suspirando. Observé a mi alrededor y vi que estaba encerrada en una prisión de piedra, sin barrotes. Tenía forma rectangular y solo había un par de ventanas, las cuales estaban pegadas al techo. Era de noche pues estaba todo oscuro y la luz que entraba por las ventanitas era la luz blanca de la luna llena. Me puse en pie y caminé hasta la mitad de la prisión. Miré a mi izquierda y vi unas escaleras que subían hasta una puerta. Subí e intenté abrir la puerta pero estaba cerrada a cal y canto.
-Otra vez encerrada-dije. Bajé las escaleras y apoyé mi espalda en el muro de piedra. Observé mi alrededor y vi algo en las sombras. Me puse en posición de ataque rápidamente. Escuché una respiración forzosa.
-Irina...-dijo una voz que me sonaba mucho. El golpe adormoció mis sentidos por lo que no pude identificar la voz.
-¿Quién eres?-pregunté. Escuché el sonido de un cuerpo arrastrándose por el suelo. Al cabo de unos segundos, de la oscuridad que había en esa parte de la prisión, sale una mano. Por el tamaño era de un hombre. Poco a poco fue saliendo de la penumbra. Me quedé de piedra al ver quien era.
-Siegfried...-dije mirándole con los ojos como platos. Salí corriendo junto a él, me arrodillé a su lado y le ayudé a ponerse de rodillas.
-¿Estás bien Siegfried?-pregunté nerviosa
-Iska...me traicionó...-.
-Lo sé-anuncié cabizbaja
-¿Cómo?-se apoyó en mí. Suspiré derrotada y le conté todo lo que ocurrió en el bosque.
-¿Intentó hacerte...eso?-preguntó. Me di cuenta de que tenía una herida en el labio.
-¿Quién te ha hecho eso?-examiné su herida.
-El Emperador, es una mujer-
-Es un gólem-. Siegfried no dijo nada pero se quedó sorprendido.
-Iska lo ha creado para engañarte-confesé
-¿Cómo pude ser tan...estúpido?-
-Necesitabas estabilidad emocional, confiaste en Iska porque aparentaba ser buena persona y, como estabas solo, querías a alguien a tu lado-le acaricié
-Pero ahora te tengo a ti-
-Por supuesto que sí, te apoyaré en todo-sonreí. Siegfried me abrazó con fuerza y me apretujó contra él.
-Te quiero-dijo
-Y yo a ti-respondí. En ese momento, inconscientemente, le toqué el costado. Siegfried se encogió. Noté como contenía sus ganas de gritar.
-¿Qué te ocurre Siegfried?-pregunté preocupada
-Estoy herido-. Le separé de mí y le acaricié.
-Déjame verla-ordené
-No es nada Irina-
-Por favor rubito-. Siegfried, al cabo de un rato, accedió a mi petición. Se tumbó en el suelo con mi ayuda. Aprecié que su camisa estaba ensangrentada. Seguramente había reactivado la hemorragia al tocarle. Levanté un poco la camisa y vi un corte profundo en su costado izquierdo.
-Es bastante profundo-comenté
-No te preocupes, me pondré bien-
-Deberíamos detener la hemorragia-sugerí
-¿Con qué?-
-No lo sé amor-
-¿Por qué no me curas con tu poder?-
-Recibí un golpe, estoy algo aturdida aún-me toqué la nuca
-¿Devil no puede ayudarnos?-. Se me encendió la bombilla al instante. Cerré los ojos e intenté encontrar a Devil pero esta se había escondido bien. "Devil, por favor, cúrale" rogué. No hubo respuesta. "Devil, te lo suplico" dije suplicante. No me dijo nada, estaba despierta pero como ausente, absorta en sus pensamientos. Abrí los ojos al ver que pasaba de nosotros olímpicamente.
-¿Qué pasa?-preguntó Siegfried
-No quiere saber nada del asunto, ni siquiera me contesta-dije con tristeza y preocupación.
-No te preocupes Irina, estoy bien-acarició mi cara
-La herida es muy profunda, no sé como puedes aguantar el dolor-le miré a los ojos.
-No hay dolor más doloroso que el de verte sufrir-. Sonreí como un boba al ver lo poeta que era cuando quería halagarme.
-Eres un sol-. Me incliné sobre él y le besé. En ese instante mi estómago rugió de hambre.
-Ahora tengo hambre, lo que me faltaba-suspiré
-¿Por qué lo dices?-
-No creo que nos den de comer ni de beber-
-¿Cómo lo sabes?-
-Tengo ese presentimiento-
-Aguantaremos, somos fuertes-intentó animarme
-Lo sé, pero necesitas agua para no deshidratarte, se pierde mucho líquido por la sangre-
-¿Y al final cómo vamos a detener la hemorragia?-
-Usaré mi camiseta-. Hice el amago de quitármela.
-Espera Irina-
-¿Qué pasa?-
-Usa la mía-
-Cielo, podrías coger frío y enfermar-
-Yo me apoyaré en la pared y tú en mí, así nos calentaremos mutuamente-
-Siegfried, si me apoyo en ti podría hacerte daño en la herida-reproché
-¿Tienes alguna otra idea para vendarme?-. Estuve pensando un rato pero no se me ocurrió nada. Suspiré derrotada.
-¿Y bien?-preguntó irónico
-Vale, tu idea es la única que veo viable ahora-cedí
-Entonces véndame, por favor-. Le ayudé a sentarse en el suelo. Por la expresión de su rostro le dolía mucho.
-Aguanta-acaricié su cara
-Sabes que haré lo que sea si me lo pides-. Sonreí de nuevo.
-Voy a quitarte la camisa, ¿listo?-
-Sí-. Cogí la parte de abajo y comencé a quitársela con sumo cuidado para no hacerle daño. Cuando llegué a la altura de los brazos, Siegfried, con gran esfuerzo y dolor, los subió. Le quité la camisa rápidamente y observé la misma con detenimiento para ver por dónde podía descoserla
-¿Vas bien?-pregunté rasgando la camisa por una costura.
-Sí...-. Noté tensión en su voz.
-Esto está casi-. Terminé de rasgar la camisa y empecé a vendar la herida de Siegfried. Este se contuvo mucho. Estaba claro que la herida no era cosa de niños.
-Me duele...-dijo mientras tensaba el vendaje.
-Lo sé mi amor, pero tienes que aguantar-
-Es como si algo me pinchase-. Me detuve al oír eso.
-¿Cómo que te pincha? ¿Qué sientes exactamente?-pregunté preocupada
-No sabría describirlo exactamente, pero es como cuando te clavas una astilla de madera en un dedo-intentó identificar el dolor. Le quité rápidamente el vendaje.
-¿Qué haces?-preguntó desconcertado
-¿Con qué te hirieron?-retiré la venda de su abdomen.
-Con la Soul Calibur, ¿por qué?-
-La Soul Calibur tiene la capacidad de dejar un trozo de sí misma dentro del cuerpo de aquel al que ha herido y poseerle, hacer con él lo que desee-
-¿Crees que tengo un trozo de espada metido en la carne?-preguntó temeroso.
-Sí, pero no temas, lo sacaré-decidí
-¿Me tumbo?-
-Sí por favor-. Le ayudé a tumbarse. Me acerqué a su herida y la toqué con las manos. Siegfried se estremeció cuando mis manos entraron en contacto con su piel.
-Siegfried, tengo que abrir la herida y examinarla, te haré daño y sangrarás mucho, puede que te desmayes-expliqué la situación
-De acuerdo-tragó saliva. Estaba nervioso pues se puso a sudar. Le acaricié el pelo, intentando calmarlo.
-Tranquilo, te dolerá pero intentaré no tardar mucho-. Él asintió en silencio. Antes de nada miré a mi alrededor, buscando algo para lavarme las manos.
-¿Qué ocurre Irina?-
-Tengo las manos sucias, si te toco podrías coger una infección-
-No hay agua, tendrás que hacerlo con las manos sucias-
-Lo sé y eso es lo que más me preocupa-
-Hazlo Irina, lo que tiene que ser será-.
-Te quiero-dije
-Lo sé, y yo a ti-contestó. En ese instante de ternura, aproveché y toqué su herida para ir rompiendo el hielo.
-Allá voy-dije. A continuación abrí su herida con mi mano izquierda. Siegfried ahogó un grito de dolor, tenía la mirada clavada en el techo y apretaba los puños. Abrí un poco más la herida y se puso a sangrar. Intenté mirar dentro pero estaba demasiado cerrada para ver nada.
-Tengo que abrir más-anuncié. Siegfried asintió mientras se contenía el dolor.
Abrí su herida de golpe todo lo que me permitía su carne. Era tanto el dolor que sentía que no pudo evitar gritar. Se me partió el alma al escuchar que le hacía daño pero debía continuar para salvarle la vida. Si ese fragmento se quedaba en su interior podría poseerle y ser manipulado por aquel que le hirió.
Miré dentro de su herida y vi un trozo de fragmento azulado.
-Ya lo veo-
Metí mi mano derecha todo lo adentro que pude. Mientras lo hacía, Siegfried gritaba cada vez más fuerte. Mi corazón me suplicaba que parase pero mi sentido común me obligó a continuar. Mis manos estaban ensangrentadas al igual que el costado de Siegfried y todo el suelo a nuestro alrededor. Al cabo de unos segundos metiendo la mano en su herida pude tocar, con la yema de los dedos, el fragmento. Intenté cogerlo pero se me escurrió. Estaba empapada en sudor, los nervios recorrían mi cuerpo y me temblaban las manos.
Hice fuerza y me llené de voluntad de nuevo. Pude coger el fragmento con firmeza.
-Ya lo tengo-anuncié
Comencé a sacarlo lentamente para evitar que se fragmentase más o se me escurriese.
-Irina...-dijo Siegfried. Sentí una súplica en su voz.
-Aguanta un poco más, está casi-dije intentando animarle
Estuve varios minutos sacando el fragmento hasta que asomó. Lo saqué de golpe ya que estaba en zona segura, no se rompería ni se escurriría. Al sacarlo del todo, Siegfried gritó con todas sus fuerzas.
-Ya está fuera mi amor, ya está-
Me acerqué a su cara y toqué su nariz con la mía
-Tranquilo, ya pasó lo peor-
-¿Está...fuera?-preguntó exhausto
-Sí, lo tengo en la mano-le mostré el fragmento. Siegfried extendió su mano derecha con dificultad y cogió el trozo de espada. Estaba lleno de sangre pero se veía claramente que era azul.
-Incorpórate, voy a vendarte-. Le ayudé a sentarse. Cuando estuvo totalmente erguido se tocó la herida y cerró los ojos con fuerza.
-Calma, el dolor pasará-. Cogí la camiseta rasgada y comencé a vendarle el torso. Me detuve al ver como Siegfried observaba el fragmento de Soul Calibur.
-¿Qué pasa ahora?-preguntó
-¿Y si te curo la herida con el fragmento?-pregunté sin esperar respuesta. Siegfried me miró y rió un poco. Le quité el vendaje de nuevo y cogí el trozo de espada de sus manos. Lo acerqué a la herida y me concentré.
-Sanationem-conjuré. El fragmento desprendió una luz azulada y, casi al segundo, la herida se había cerrado y no había rastro alguno de ella. Mis manos quedaron limpias de sangre.
-¿Te duele?-pregunté mirándole a los ojos.
-No-sonrió. Le devolví la sonrisa y me abracé a él.
-Perdóname por haberte hecho daño-
-Lo hiciste por mi bien-se separó de mí y me acarició.
-Lo siento igualmente-
-No te guardo rencor si es tu preocupación-. Nos sonreímos mutuamente y nos besamos.
En ese instante me sonaron las tripas. Suspiré derrotada.
-¿Tienes hambre?-preguntó
-Sí, pero no nos darán de comer como dije antes-
-No te preocupes, ya verás como mañana nos dan algo-
-Eso espero...-dije recordando, fugazmente, lo del bosque. Quedé cabizbaja.
-¿Qué te ocurre?-
-Me estaba acordando de lo ocurrido en el bosque...-
-Irina...-me levantó la cabeza, obligándome a mirarle a los ojos-no pienses más en eso pero te juro que le haré pagar por todo lo que intentó hacerte-dijo con una decisión inusual en él.
Asentí en silencio mientras mis ojos se empañaban.
-No llores-pidió él. Me abrazó con fuerza.
-Tenía tanto miedo...-comencé a llorar.
-Siento no haber estado a tu lado para protegerte-
-Pensé que...me...-se separó de mí rápidamente.
-¡No! Eres fuerte, sé que no te hubieras dejado y es lo que pasó, te defendiste y casi escapas-cogió mi cara con sus manos.
-Lo sé, pero mis poderes no reaccionaban, estaba desarmada y aturdida-
-Pero sacaste fuerzas de la flaqueza y pudiste deshacerte de él-
-Ya...pero casi me mata...-
-Lo importante es que tu amigo te ayudó-
-Sí-suspiré
-Estoy cansado, lo mejor será dormir un poco-
-¿No tienes frío?-
-No, estoy bien-sonrió. Nos pusimos en pie y nos acercamos a la pared de la prisión. Él apoyó su espalda en la piedra y yo me apoyé en él. Estábamos sentados en el suelo, yo entre sus piernas. Nos dormimos rápidamente.
Me desperté al día siguiente con el chirriar de una puerta. Abrí los ojos rápidamente y miré a mi alrededor. Escuché los pasos de alguien al bajar la escalera que daba a la prisión. Toqué la cara de Siegfried y este se despertó al segundo. Me miró sorprendido. Cuando iba a decirle que alguien venía la sombra de un hombre se reflejó en el suelo. Me estremecí al ver quien era.
-Buenos días mi amor-dijo Iska mirándome. Una amplia sonrisa ocupaba su cara mientras sus ojos transmitían la maldad de su ser. Siegfried y yo nos pusimos en pie rápidamente. Él quedó delante de mí para protegerme de posibles ataques.
-¿Qué tal has dormido mi ángel?-preguntó
-Déjame en paz-dije con desprecio
-No seas así, con lo que yo te quiero-
-Estás loco-
-Sí, de amor por ti-
-Yo a ti no te quiero, te lo dejé bien claro-
-Sé que lo decías por decir-
-Irina no te ama, no le des más vueltas, jamás ocuparás su corazón-dijo, de repente, Siegfried con ira.
-Será mejor que te calles-amenazó Iska. Al segundo cuatro soldados entran en la prisión y cogen a Siegfried, alejándolo de mí. Se puso a forcejear con los soldados pero no pudo liberarse de su fuerza bruta. Intenté ayudarle pero Iska me cogió por la espalda, me aprisionó con su brazo izquierdo. Comencé a conjurar un hechizo de fuego para quitármelo de encima pero, en apenas unos segundos, Iska me clavó una jeringuilla en el cuello. Grité de dolor mientras me inyectaba lo que fuera que contenía la jeringuilla.
-¡Irina!-gritó Siegfried mientras oponía resistencia a sus captores.
El líquido entraba en mis venas, estaba agotada y derrotada. Esa cosa me estaba dejando fuera de combate.
-Siegfried...-rogué ayuda.
Cuando todo el fluido estaba en mi interior, Iska comenzó a sacar algo con la jeringuilla. No pude apreciar qué era debido al agotamiento. Una vez había terminado de quitarme lo que fuera me soltó y se alejó de mí. Caí de rodillas al suelo, apoyé mi mano izquierda en el suelo y con la derecha me toqué el cuello. Mi respiración comenzó a acelerarse al igual que mi ritmo cardíaco.
-Soltadle-ordeno Iska. Los soldados liberaron a Siegfried, este vino corriendo a mi lado. Se arrodilló junto a mí, me cogió por los hombros y apoyó mi cabeza en su pecho. Me abrazó con fuerza, sentí miedo en su cuerpo.
-¡¿Qué le has hecho?!-preguntó lleno de ira y terror.
-Arrebatarle sus poderes, no puedo arriesgarme a que me ataque y se marche-contestó. Le dio la jeringuilla a uno de los soldados, el cual se marchó con ella en las manos.
-Siegfried...no me encuentro bien-
-Tranquila, estoy aquí, tranquila-intentó calmarme mientras me acariciaba el pelo.
-Te sentirás mal un rato pero luego se te pasará-anunció Iska
-Un dios no sobrevive sin poderes-protesté
-Lo que te inyecté al principio era una poción para evitar tu muerte, no morirás en mis manos si es lo que temes-
Estuve un buen rato junto a Siegfried hasta que el dolor se me pasó. Me incorporé y le miré.
-¿Cómo te encuentras?-preguntó
-Mejor...-dije aún aturdida
-Vamos fuera, tengo que deciros una cosita-dijo Iska. Los soldados hicieron en amago de coger a Siegfried pero Iska los detuvo.
-No hace falta, no creo que se arriesgue a que le podamos hacer daño a Irina-
Siegfried y yo nos pusimos en pie sin separarnos y salimos de la prisión escoltados por los guardias. Al estar en el exterior vi que una guarnición entera de soldados rodeaban la salida de la prisión. Me fijé en que, en lo alto del castillo, había varios arqueros apuntándome con sus arcos tensados y listos para disparar. Los guardias que nos rodeaban nos apuntaban con sus lanzas, decididos a atravesarnos con ellas.
-Bien Siegfried, voy a proponerte una cosa y, como puedes ver, si no aceptas Irina podría tener...algún percance-
Noté como Siegfried se ponía tenso, me cogió la mano con fuerza mientras miraba fijamente a Iska.
-Lucharás junto a nosotros, serás un soldado más del ejército y como hay una guerra, irás a ella-
Hubo un gran silencio. Los ojos azulados de Siegfried mostraban sus pensamientos, estaba aterrado e indeciso.
-Se te acaba el tiempo amigo mío-
-Yo...-comenzó a decir. Apreté su mano. Él me miró con pánico.
-Vamos, no tengo todo el día-los arqueros se prepararon para disparar
-Acepto, pero no le hagas daño a Irina-contestó finalmente mirando a nuestro enemigo
-¡Bienvenido al ejército! Partiréis mañana al amanecer-
-¿No vas a la guerra?-preguntó Siegfried
-No, tengo...asuntos que atender-dijo Iska mirándome. Me escondí un poco tras Siegfried mientras le cogía del brazo.
-No tengas miedo Irina, sé que te sientes indefensa pero no voy a hacerte nada, todo lo contrario, cuidaré de ti como a una reina-
Apreté aún más si cabe el brazo de Siegfried. Él se dio la vuelta y me abrazó.
-Estaré contigo hasta mañana, no permitiré que te haga daño mientras yo esté cerca-dijo. Asentí en silencio mientras apoyaba mi cara en su pecho desnudo.
-Bien chicos, seguro que queréis pasar vuestro último día juntos, os dejaré una habitación del castillo-
Iska se puso a caminar hacia la fortaleza. Siegfried y yo nos quedamos quietos mientras veíamos como nuestro verdugo se alejaba.
-¡¿A qué esperáis?! ¡Andando!-ordenó un soldado. Este nos empujó y luego nos apuntó con su lanza. Siegfried se puso tras de mí y me cogió por los hombros.
-Vamos-dijo con voz dulce. Comencé a caminar tras los pasos de Iska mientas Siegfried me empujaba suavemente.
Seguimos a Iska hasta una habitación. Abrió la puerta y nos dejó pasar. El cuarto era enorme, con una cama de lujo y muebles exóticos.
-Os traerán la comida dentro de un rato, que os divirtáis-dijo Iska. Se marchó y cerró la puerta. Escuché claramente como la cerraba con llave.
-¿Estás bien Irina?-
-Sí, pero tengo un poco de frío-Siegfried frotí mis brazos con energía para darme calor.
-¿Habrá alguna manta en el armario?-
-No lo sé-miré el mismo. Siegfried se acercó al armario que había a la izquierda de la cama. Lo abrió y sacó una manta de su interior. Me la echó por encima y me abrazó por la espalda. Poco a poco fui entrando en calor hasta que se me pasó el frío. Era casi de noche y ambos estábamos hambrientos.
-¿Te encuentras mejor?-
-Sí-
En ese instante alguien abre la puerta. Vi aparecer un par de sirvientes con bandejas llenas de comida. Entraron en la habitación y dejaron las cosas sobre la mesa. Me rugió el estómago al ver tanto manjar junto.
-Comed, os necesito fuertes a los dos-dijo la voz de Iska
Me giré y vi a este contenplándome con una sonrisa en la cara. Siegfried se puso delante de mí.
-¿Realmente piensa que voy a hacerla daño?-preguntó mientras los sirvientes se iban
-No me fío de ti-
Antes sí lo hacías-
-Era un ingenuo pero ahora sé bien lo que quieres-
-Ni que fuera un monstruo-rió
-Eres mucho peor que eso-dije seriamente
-Me duele que digas eso de mí-
-Me da igual, tú nos haces daño a nosotros-
-Ni que te hubiese matado-
-No, pero faltó poco-
Hubo un silencio corto.
-Bueno, que aproveche-. Iska se marchó y cerró la puerta con llave.
-Vamos a comer, será la única cosa buena que haga por nosotros-dijo Siegfried. Nos pusimos a caminar hacia la mesa y, mientras andábamos, le eché la manta en la espalda pues vi que tenía frío.
-Gracias-
-De nada-
Nos sentamos en la mesa y nos pusimos a comer. Terminamos por la noche ya que había mucha comida.
-Estaba todo muy bueno-comentó él. No dije nada ya que me puse a pensar en que se iría a la guerra, me dejaría sola y podrían hacerle daño.
-¿Qué te ocurre Irina?-
-Tengo miedo-
-¿Miedo de qué?-
-De la guerra...¿Y si te hacen d´ño, te capturan..o incluso te matan? No podría soportarlo-
-Tienes que ser fuerte, volveré y vendré apor ti-cogió mis manos entre las suyas
-No quiero que te marches...-
-Debo ir, no puedo permitir que te haga daño-
-Me da igual lo que me haga-
-Pero a mí no, iré, volveré con vida y vendré por ti-
-Prométeme que tendrás cuidado-
-Te lo juro-. Sonreí con tristeza, quedé cabizbaja. Dejé que una lágrima galopara por mi rostro cual caballo huyendo de la dura realidad.
-No llores, ese traidor no merece ni una sola de tus lágrimas-. Sonreí, me puse en pie y me senté sobre sus piernas. Apoyé mi cabeza en su hombro.
-Ya es de noche-dijo Siegfried mirando por la ventana
-Desde hace ya un rato-contemplé el exterior
-Estaré aquí en menos tiempo del que piensas-
-Oye...-
-Dime-
-¿Te ibas al amanecer?-tenía la mirada clavada en los barrotes que había en las ventanas
-Sí, eso dijo Iska, ¿por qué lo preguntas?-
-Me gustaría...-me detuve
-¿El qué?-
-Disfrutar contigo esta noche, puede que tardemos mucho en volver a vernos y quiero quedarme con un buen recuerdo tuyo-confesé
Siegfried sonrió, me hizo bajarme de sus piernas y se puso en pie.
-Si estás cansado podemos dejarlo para otra ocasión-
-No sé cómo pero nunca me siento cansado a tu lado-sonrió. Le devolví la sonrisa y me besó. Un aura invisible pero palpable de amor y felicidad nos rodeó y repetimos esa noche de pasión que tuvimos hace unos días...
Me desperté con la sensación de que alguien me tocaba. Abrí los ojos y vi que Siegfried me acariciaba el pelo.
-Buenos días-dijo sonriente. Me fijé en que llevaba una armadura puesta. No era la suya habitual.
-Serían buenos si no tuvieras que marcharte-contesté tristemente
-Iska vino hace un rato, me ha dicho que ya es hora de irme-
-¡No! ¿Tan pronto?-me incorporé de golpe mientras mi corazón se desbocaba de tristeza
-Estaré de vuelta cuando menos te lo esperes-acarició mi cara
-¿Puedo ir contigo?-
-Sí-. Me puse en pie rápidamente y me vestí. Cuando terminé me di cuenta de que Siegfried me esperaba en la puerta. Me acerqué a él.
-Vamos, Iska me ordenó que le esperase abajo-. Abrió la puerta y ambos salimos. Vi que todo el pasillo estaba lleno de soldados armados con lanzas.
-No temas, no nos harán daño-. Cogió mi mano y tiró de ella. Me guió hasta la salida del castillo. Al llegar vi que un ejército entero aguardaba con sus armas en la mano. Vi como Iska me miraba y sonreía.
-Buenos días chicos-rió. No hubo respuesta.
-Bien Siegfried, ya puedes despedirte-. Siegfried se giró y me abrazó con fuerza.
-Ten cuidado por favor-rogué
-Lo tendré, pero tú también debes ser precavida, ten cuidado con Iska-
-Temo que se aproveche de que no estás y...-
-He hablado con él sobre eso, no te hará daño de ningún tipo mientras yo viva-interrumpió
-Gracias-sonreí
-Daos prisa chicos, el día se abre-presionó Iska
-Tienes que irte-
-Volveré, te lo juro-me abrazó con fuerza y me besó en los labios con todo el amor que había en su ser. Disfruté de ese beso como si fuera el último.
-Vamos soldado, tenemos trabajo-dijo un hombre. Parecía el general del ejército ya que su armadura era más imponente que las demás. Cogió a Siegfried de un brazo y lo separó de mi. Sentí las imperiosas ganas de liberarle pero me contuve. Gracias a su decisión estaba con vida y debía agradecérselo.
Iska se acercó a mí mientras Siegfried se alejaba cada vez más, presionado por los soldados.
-¡No te preocupes Siegfried, prometo cuidarla bien!-gritó Iska diciéndole adiós con la mano. Cuando perdí de vista el ejército quedé cabizbaja y dejé que una lágrima recorriera mi rostro.
-No llores mi cielo, no voy a hacerte nada-
-¿Quién me garantiza que no me harás daño o que no intentarás de nuevo lo del bosque?-
-Le he prometido a Siegfried que no te haría daño mientras él viva-
No dije nada. Estuvimos en silencio, mirando el horizonte, hasta que el sol había salido completamente.
-Vamos dentro, querrás desayunar-
-No tengo hambre-
-Venga Irina, no seas así-
-Me has arrebatado lo que más quiero, lo has enviado lejos de mí y encima quieres que me porte bien, no lo pidas peras al olmo-protesté
-Bueno, no hay mal que por bien no venga-
-¿A qué te refieres?-
-Cierto es que Siegfried se ha ido pero al menos serás la dama del castillo-
No dije nada ya que me quedé sorprendida
-¿Pensabas que te enviaría de nuevo a esa celda inmunda?-
-Sí, si que lo pensé-
-No soy tan malo-
-Depende de por donde te dé el viento-
-Hablando del viento, ten cuidado con lo que haces-
-¿Me estás amenazando?-
-Solo te digo que no posees tus poderes y que podrías tener algún accidente-
-¿Qué has hecho con ellos?-
-Los he guardado muy cerca de mí-sonrió. Metió su mano por el cuello de la camisa y sacó un colgante en forma de lágrima. Vi que dentro de él brillaban, con su aura mística, mis poderes.
-Devuélvemelos-
-No, y más te vale portarte bien...-noté amenaza en su voz. Tragué saliva al ver de nuevo esa mirada lujuriosa en sus ojos. Iska rió y me cogió de la mano. Tiró de mí y me llevó dentro.
Me convirtió en la dueña y señora del casttillo. Todos los soldados me obedecían y respetaban, incluso había alguno que me temía debido a "la estrecha relación que tenía con Iska" como decían ellos. Iska me llevaba todos los días a pasear por los jardines del castillo. No me obligaba a hacer nada que yo no quisiera y me dejaba mucha libertad, aunque yo sentía que siempre tenía unos ojos clavados en mí. Supuse que había contratado a alguien para vigilar mis movimientos.
Pasaron las horas, los días y las semanas. Hacía un mes que Siegfried se había marchado, yo cada vez me sentía peor debido a su ausencia. No llegaban cartas ni noticias sobre él. Llegó un día en el que caí enferma. Estaba muy delgada según decían Jin, Isma y Darky y cada día estaba más débil. Un día recibí una carta...
-Hola Irina, ¿cómo te encuentras?-  preguntó Iska, el cual acababa de entrar en mi habitación.Yo estaba sentada en el escritorio dibujando algo, ni siquiera sabía lo que era, sencillamente debaja fluir mis ideas.
-Hola-contesté secamente
-¿Qué dibujas?-se acercó a mí
-No lo sé-
-Ha llegado una carta para ti, es del ejército-solté inmediatamente el lápiz y me puse en pie.
-¿Es de Siegfried?-sonreí emocionada
-No lo sé, no pensarías que iba a leer tu correspondencia-rió.
Cogí la carta de sus manos y la abrí con nerviosismo e impaciencia. Dejé el sobre en la mesa y comencé a leer:
Estimada Irina:
Soy el general del ejército donde el admirable Siegfried Schtauffen sirve. Lamento tener que contaros esto así pero no pude ir a veros y decíroslo a la cara:
El soldado Siegfried ha muerto debido a una herida producida en combate. Hicimos lo que pudimos por salvarle pero no dio resultado.
Lamento mucho su pérdida, era un gran soldado.
Atentamente, el general