sábado, 17 de diciembre de 2011

Capítulo 35: Descubriendo El Pasado

Abrí los ojos lentamente, me puse de rodillas en el suelo y miré a mi alrededor. Era todo muy extraño pero tal y como dijo Isma.

-Qué lugar más extraño-me puse en pie. Comencé a caminar por ese suelo invisible, era como si pisara un cristal totalmente transparente. A cada paso que daba el corazón me golpeaba el pecho con fuerza, como avisándome de que no había superficie sólida que pisar. Al cabo de un rato vagando por ese lugar me acostumbré a caminar sin suelo, ya no me asustaba tanto.
-Ahora a buscar-me acerqué a una puerta, vi una imagen de un caballo pinto que me recordó mucho a la primera vez que monté a caballo. Abrí la misma y reviví el recuerdo. Terminé poco después, no era el sueño que buscaba pero me gustó ver de nuevo a mis padres, sentirme feliz. Cuando salí de la puerta suspiré y sonreí.
Seguí buscando durante un tiempo no demasiado concreto, sencillamente entraba, revivía y salía, solo sé que fue mucho.
Llegó un momento en el que me detuve frente a una puerta, miré la imagen y vi a un soldado con armadura que me sonreía.
-Tiene toda la pinta de ser este-suspiré. Respiré hondo, reviviría la muerte de mis padres. Ese recuerdo que enterré en lo más profundo de mi mente. Cogí el pomo de la puerta.
-El pasado nos perseguirá hasta la muerte-giré la pieza y abrí la puerta.
-¡Feliz cumpleaños!-mi prima me besó en la mejilla con mucha fuerza, tanta que me hizo daño.
-Me has roto-me quejé cuando me dejó en paz.
-No seas quejica, sopla las velas-ordenó mi madre.
Me puse de rodillas en una silla y todos me cantaron el cumpleaños feliz.
"10 años, ya soy mayor" pensé sonriente mientras veía la llama de las velas moverse con nerviosismo.
Elevé un segundo la mirada, toda mi familia estaba allí reunida, la primera vez en mi vida que todos podían venir. Estábamos desde mis padres hasta mis tíos, primos y abuelos, pasando por mi hermana.
-Sopla que se van a apagar-incitó mi abuela, -pide un deseo-
"Deseo ser tan valiente que todo el mundo me tenga miedo" seguidamente soplé las velas. Todos aplaudieron.
En ese instante escuché gritar a una mujer, alguien abrió la puerta y entró. Era un hombre enorme, muy fuerte y llevaba un hacha en la mano. Mi madre me cogió y me puso tras ella.
-Feliz cumpleaños niña-sonrió el hombre. Me asusté mucho.
El hombre se adentró en la casa y cogió un trozo de la tarta con las manos.
-Marchaos, esta no es vuestra casa-mi padre se puso firme.
-Vaya, así que no somos bien recibidos ¿eh?-el hombre se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta. Un segundo más tarde se giró con el hacha en la mano e hirió a mi padre, este cayó al suelo desplomado. Sentí ganas de correr al ver tanta sangre.
-¡Irina corre!-me gritó mi madre. Me empujó y yo salí corriendo hacia la habitación. Cerré la puerta tras de mí y coloqué una silla en el pomo para que no pudieran entrar.
Escuché gritos, golpes y cosas que se caían al suelo. A los pocos minutos todo estaba en calma. Di un paso atrás. En ese momento alguien llama a la puerta.
-Abre niña, no vamos a hacerte nada-dijo la voz del hombre.
No dije nada, sencillamente retrocedí hasta la esquina, me senté y me acurruqué.
-Ábrela-ordenó alguien. Dos segundos después tiraron la puerta abajo. Me apreté más contra la pared pero no había salida. Cuando me di cuenta los hombres me había cerrado las vías de escape. El que hirió a mi padre se acercó a mí con el hacha en la mano.
-Adiós niña-alzó su hacha.
Rogué a los dioses ayuda mientras temblaba y no paraba de llorar.
Cuando creí que iba a morir el hombre cae al suelo, le miré y vi que una espada había atravesado su pecho. Lloré más fuerte al ver tanta sangre tocándome.
-Dejad a esa niña en paz-dijo una voz. No miré pues estaba aterrada.
Seguidamente escuché el sonido del acero chocando entré sí, unos gritos y el caer de un peso muerto al suelo. También oí una espada envainándose.
Unos pasos lentos se acercaron a mí.
-¿Estás bien?-preguntó una voz. A continuación sentí unas manos sobre mi. El pánico volvió a golpearme, lloré con fuerza.
-Tranquila, no voy a hacerte daño-su voz era dulce y suave
Elevé la mirada y vi a un hombre con una armadura muy brillante, una espada enorme y pelo corto castaño

-¿Cómo te llamas?-preguntó
-I...Irina-contesté con los mocos cayéndoseme.
-Tengo un hijo de tu edad, ¿quieres conocerle?-
Asentí en silencio.
El hombre me cogió en brazos y me sacó de la habitación.
-Mamá...-dije al ver su cuerpo lleno de sangre, toda la sala de estar era sangre, cuerpos y cosas rotas. Me abracé con más fuerza al cuello del hombre para no ver nada.
-No te preocupes, cuidaré de ti-salimos de la casa y montamos en un caballo.

-¿Quiénes le atacaron Frederick?-preguntó la mujer del pelo rubio rizado.
-Los Caballeros del Águila de San Juan de los Siete Sellos, lo hicieron porque creían que los dioses lo deseaban así, estaban locos-
Yo comía algo de sopa mientras el hombre que me salvó y su mujer hablaban en voz baja, pero pude oírlos.
-¿Crees que se sentirá bien aquí?-
-No lo sé Margaret, solo espero que sí-me miró
-Deberías presentarle al niño, a lo mejor se olvida un poco de lo que ha pasado-
-Sí-se acercó a mí
-¿Has terminado?-preguntó sonriente
Asentí dejando la cuchara en el plato
-Ven, quiero presentarte a alguien-extendió su mano hacia mí. La cogí y bajé de la silla. Salimos al exterior de la casa, era un claro del bosque.
-Mira, ese es mi hijo-me señaló a un niño rubio de pelo corto que jugaba con un caballo de madera.
No dije nada, solo le miré de arriba a abajo.
-Ven aquí hijo-ordenó. El niño nos miró y se acercó corriendo
-Esta es Irina, vivirá con nosotros un tiempo-
-Hola-dijo el niño.
-Hola-contesté desconfiada
-¿Por qué no jugáis un poco?-el hombre me dio un suave empujón, acercándome así al niño. Seguidamente se marchó.
-Me llamo Siegfried-el niño me ofreció su caballo de madera. Lo cogí y lo miré.
-¿Quieres jugar?-preguntó. Asentí sonriente y ambos fuimos a jugar.

Me acerqué a Frederick, el cual enseñaba a Siegfried a usar una espada con una de madera.
-Papá...-susurré. Él me pidió que le llamara así desde que me salvó. Ambos pararon y me miraron.
-¿Qué pasa Irina?-
-Siento algo aquí dentro-me toqué el pecho. Ambos se acercaron a mí. Frederick se arrodilló para estar a mi altura
-¿Te encuentras mal? ¿No estarás enferma?-me tocó la frente
-No, no es eso...-
-¿Entonces?-retiró su mano
-Siento que tengo que marcharme-
-¿Marcharte? ¿Adónde?-
-No sé, solo sé que tengo que irme-
-Irina, entiendo que quieras volver a casa pero...-
-No, no es a casa-corté
-No entiendo, ¿no estás bien con nosotros?-
-Sí, si lo estoy, pero tengo que irme-
-¿Adónde vas a ir? Aún eres muy pequeña-
-Siento algo aquí dentro que me dice que debo marcharme-
-Si no sabes adónde vas a ir ¿cómo vas a llegar?-
-España...-susurré sin saber por qué
-¿España? Eso está muy lejos, a muchos meses de aquí-
-Debo irme, adiós-abracé a Frederick y seguidamente a Siegfried.
-Ten cuidado-pidió este último. Nos separamos
-Llévate esto-me dio su caballo de madera. Lo cogí y le miré. Le di un beso en el moflete, se puso colorado.
-Gracias-sonreí. Di media vuelta y comencé a caminar sin rumbo, rápidamente.
Nadie me impidió marcharme, era como si ya supieran que debía irme.

-Ismael-corrí junto a mi amigo, aquel que me salvó la vida pocos días atrás. Me salvó de unos matones que querían robarme y matarme
-¿Qué pasa Irina?-
En ese instante me desperté. Me incorporé y vi que estaba en un suelo frío de piedra. Elevé la mirada y me vi encerrada en una celda. Me puse en pie y me acerqué a la pequeña ventana.
Me vi en el castillo de Hyrule.
-¿Qué hago aquí?-
-Buenas noches Irina, ¿qué tal has dormido?-preguntó alguien.
Me giré y vi a Nightmare, habían descubierto el plan de Ismael...